Cuando llegué con Romaní, al cual agradezco su ayuda, vimos como la mar llegaba casi a las oficinas del club y que habían desaparecido los pantalanes bajo el agua.
Amarramos el Chitra lo mejor que pudimos teniendo en cuenta el viento y lluvia que nos caló hasta el último rincón de nuestro cuerpo. Tengo que dar gracias a que el Chitra no sufrió ningún daño. Sí que vi muchos barcos golpeándose contra los pantalanes sin posibilidad de hacer casi nada, y a los marineros multiplicándose para acudir a todos los barcos en peligro. Fue un día muy duro.
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